jueves, noviembre 10, 2005

Williams - Beuren

La tarde es un rastro azulado
de pájaros
hacia el círculo polar
mientras abandonamos la ciudad.

Con una incomprensible fortaleza en la duda
abandonamos el rumor
de mil conversaciones al vacío
sobre tu inexplicable talento musical
y la herencia que alteró unos cromosomas
para dibujar tu rostro de gnomo.
Dejamos atrás
el incesante tañer reciclado de escombros
hechos sombra y morada, atrás
el asombro impertinente en los ojos, atrás
aquel lugar donde es posible permanecer
por siempre en los ocho años.

Abandonamos la ciudad
hacia el círculo polar,
con los ruiseñores muertos en tus manos
y la incertidumbre de la ebriedad sin don.

Eternamente anunciamos tu vida
pero no vienes, Señor, no vienes,
y la cabeza es una traviesa de vía férrea,
el soporte inmóvil de una aventura sin continuación.
Porque no vienes, Señor, no vienes a ver
lo que no acontecerá en su cerebro, su cerebro
eternamente anclado en los ocho años.

Anunciamos tu vida
y no vienes, Señor, no vienes
al lugar azulado
donde será más cierto
aquel dolor.

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