jueves, noviembre 10, 2005

Nada

Nada nos espera,
o eso al menos dicen
las letras de las canciones,
y repiten, como salmodia,
los más listos
de las tertulias radiofónicas.

Seremos —como en las palabras del poeta— ceniza,
o abono, o pasto cíclico para otros seres.

Las cuevas de Qumram y la mecánica cuántica
terminarán engullendo lo inculcado,
borrarán cualquier vestigio de aquel credo
escrito a golpes de memoria y sinsentido.
Se agota el hielo en el vaso
y con él nos diluimos
desnudos, al fin,
de infiernos y paraísos.

Aunque —quién sabe—
quizás antes del humo y la ceniza
podamos escoger el vertedero;
elegir tal vez la lenta combustión
o el fuego de una pira festiva; o —por qué no—
optar por la estrella fugaz que en las noches claras
aún engañe a los que no escuchan esas canciones,
ni a esos listos de la mecánica cuántica,
ni a los estudiosos de las cuevas q
ue no cesan de repetir,
como en una salmodia,
la negación que no espera.

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