He empezado
el poema
sin la
urgencia de una meta o una ruta
o la mordaza
de unas palabras que evitar.
Yo buscaba alejarme
de los tercos fantasmas
que se deleitan con mi compañía,
sin rozar
cicatrices o remiendos
tratar de
olvidar lo que nunca hicimos,
dejar a un
lado todas las derrotas,
buscar, una
vez más, el abrazo imposible.
Soñar era
esto: llegar donde nunca
para volver
atrás, igual que el cirujano
que cierra
la abertura tras una intervención
a corazón abierto.
Oleaje del
tiempo entre oropeles y polvo de cuartel
y ascensores
que llegan en la noche
con su reino
de espejos y distancias incómodas,
he vuelto
aquí,
regreso como si hubiera
otra opción
e inevitablemente me vuelvo a tropezar
con la
alambrada donde dirimimos
nuestro
combate contra el miedo,
sin saber
qué derivas
tomará este
poema
para
sobrevivir.
septiembre 2015