jueves, noviembre 10, 2005

Suspiros de España



Compartimos una inclemencia desatada
que señala pájaros marinos y flechas eléctricas
y se ríe de sus vestigios —¡ay de mí—.
Pretendemos arribar a un puerto lejano,
a una morada entre el océano y el sol
donde los surfistas eternamente cabalguen
interminables olas.

Si tan sólo fuera posible que aún lloviera,
que aún pudiera llover en Brest —pena mortal—
como si no hubiera río que pudiese contener
todos los cadáveres que sus aguas arrastraron.

Que aún fuera posible negarlo todo,
inventar un orden sin filas —pena mortal—
ni rincones enfermos de temblores e inquietudes;
que aún pudiéramos, como metal, polvo
o sombra inmóvil, pronunciar tu existencia.

Pájaros eléctricos, extrañas flechas enroscadas,
como tú, que eres nunca en mi pasado, nunca tú,
—¡ay de mí— ni tus banderas que no cesan de ondear,
a pesar de todos los muertos que quiso su poder.

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