sábado, julio 25, 2020

El Predicador

Más amarga que la muerte
la mujer cuyo corazón es lazos y redes
y sus manos ligaduras
(Eclesiastés, 7-26).

Muchos trataron de poner en orden la palabra,
el dolor del saber,
el alto silencio del vértigo y del impulso,
del tiempo y hora del todo y su contrario,
de las vueltas de la existencia
y del disfrute de la vida.

Viejo y sabio Predicador,
cínico, epicúreo o estoico,
ya nadie atiende a tu vieja monserga;
sobre los hombros de la noche
vendes sueños a compradores de realidad
que sólo entenderán tu misoginia.

Después de ti no hubo nada
decía la canción,
¿o tal vez era nadie?,
viejo Predicador,
querías que fuésemos siempre juntos
hacia los lugares remotos
del alto azul y la mirada clara.

Remansados en la apatía
hemos sondeado el abismo
las sentinas oscuras del pensamiento
y descubierto el fondo, la pesadumbre
que siempre acompaña a la derrota,
el lugar inhóspito donde la travesía se acelera.
Viejo Predicador,
querías que fuésemos siempre juntos
y ahora, ya ves,
no sabemos siquiera si existirá un futuro.

Viejo Predicador
del dolor del saber,
de las vueltas de la existencia
y del disfrute de la vida,
al fin creo que te comprendo:
no se trata de morir,
sino de haber vivido.


julio 25, 2020

viernes, julio 17, 2020

Misericordia



Tarde de tormenta,
escuchando a Max Richter y Mari Samuelsen.

Lejos de esta lluvia, lejos,
lejos queda lo que dijimos,
más aún lo no dicho. Más aún
el dolor de saber que todo acontece
de la misma manera.

En esta misma milagrosa lluvia
que hoy refresca el bochorno
están todas las lluvias.
En los días de las tinieblas
y en los días de la luz
están todos los días,
como el dolor en el placer,
y en el anverso se halla su reverso.

Son los lugares de la tarde,
de todas las tardes,
cielos con resortes ocultos
por los que huyen los pájaros.

La existencia es lo que el ojo no comprende,
el sentido que no encontramos,
aunque, sin saber nada, lentamente viajemos
hacia una próxima estación.

Doy gracias. Gracias por ser,
por ser y por estar aquí,
testigo inerte de la ceremonia
de este paisaje que muta y muta
y permanece inmóvil.

Doy gracias.
Gracias por esta música
de afligida celebración
y de misericordia
tan cercana a esta lluvia.


julio 12, 2020


miércoles, julio 08, 2020

S/t


Hemos intentado decirlo tantas veces,
pero hay demasiadas historias, 
demasiados principios diferentes
con finales que parecen repetirse,
igual que la ansiedad de las tardes de domingo.
No siempre supimos a quién quisimos parecernos
ni qué era lo que perseguíamos.
Tampoco comprendíamos por qué
nos resultaba tan fácil perder el tiempo
abstraídos en un silencio ensimismado
transitando por lentos caminos de moreras
hacia una playa que ahora nos resulta extraña.
Alguna vez también cruzamos mares buscando
una palabra perdida en el vértice
opuesto de la luz. Alguna vez.
                                                  Ahora,
cuando aquella humedad nos parece irreal
y pensábamos que lo habíamos olvidado,
absorbemos la noche con los ojos.

Tú desconocías que después no había nada.


julio 6, 2020

Delirando con la extraña


Una mujer me acompaña.
Me habla en un idioma que no entiendo.
Un hilo invisible une su pensamiento
con el vuelo de las gaviotas.
Alguien dice que no quiere huir más de sí mismo
yo, como un sonámbulo, lo repito.
Otra voz añade que el cielo
es una naranja incendiada
que, como un gran hermano, nos vigila
yo miro asombrado el atardecer.
Pienso en niños alborotando
en una calzada de tierra.
Pienso la forma absurda en la que,
mucho tiempo después,
nos sabemos desarraigados,
algo como un argumento de vuelta
a las trincheras, sin muertes
pero con rehenes desvalidos.
Pienso que cuando llegue el final
no lo sabré. Posiblemente
estaré recluido, en una habitación
con vistas a un jardín echado a perder,
rodeado de libros y papeles dispersos.
Nunca sabré quien es esa mujer que me acompaña
y me susurra versos en un idioma extraño.


julio 1, 2020