jueves, diciembre 09, 2010

Hailsham


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Quema esta mansedumbre
de alegre campiña y bosques benévolos,
de suaves tertulias e intimidades
adolescentes y tardes en las que pretendíamos
que el amor nos diera una prórroga.

Duele este no aguardar ningún regreso
cuando sabemos que todo es urgente,
cuando sólo queda una certidumbre
cada vez más cercana.

Allí nos sabíamos especiales,
esencia de la humanidad
...............................y por ello inhumanos,
monstruos que envenenan los sueños
de nuestros dioses.

Da miedo que la luz de los quirófanos
no nos resulte extraña,
o que nos hayamos acostumbrado
a esa forma en la que nos finalizan
como corderos silenciosos.

Cuesta seguir aquí sabiendo
que no hay esperanza en esta espera,
ni salvación posible ni explicación del mundo,
sólo extinción y aceptación estoica.

Todos provenimos de un Hailsham
al que nos es imposible volver;
todos llamamos vida a este simulacro,
mientras fluimos en un perfecto orden
dejando que el transcurrir de las cosas nos guíe
hasta que, al fin,
rastrojos agrupados por el viento,
quedamos atrapados en cualquier alambrada.

Quizá también yo estoy buscando Hailsham.


diciembre 8, 2010