Nada
sabemos,
pero era
bello equivocarnos,
bailar entre
vapores de alcohol
el último swing de los sultanes,
abrazar el lugar
donde tú y yo
nos
conocimos,
criaturas apesadumbradas,
amantes de
la tarde y los inviernos,
prestos a
partir siempre
hacia un
reino sin ortografías.
Puedo
retener entre mis manos los escombros,
la luz en el
jardín de las flores salvajes,
el rastro en
la nieve de un niño
—tan pequeño
como imperfecto—
que creía en
la vida aún
y aguantaba
el dolor que sin remedio
le traía el
giro del mundo.
Hoy celebro
la ignorancia de entonces
y el sonido
de aquella música
con un
tiempo cuatro por cuatro.
Muertos que desafían
el olvido.
diciembre 21, 2023