lunes, noviembre 14, 2005

Constantinopla


Trae la noche un nuevo abismo
y a Chet Baker
—más sobrio que nunca—
deletreando aires
contra un viento ácido
y monoaural.
A veces, en estas noches,
me oigo decir Constantinopla
como si pronunciase
un agujero de relámpagos
en un idioma que no entiendo
y que nunca quisiera entender.
Entonces, cubierto por la clandestinidad
que sólo el insomnio sabe darnos,
mientras rescato palabras oxidadas
de un mundo de extrarradio
y demonios acechantes,
el tiempo es una caja de latón
con dibujos chinos y aroma de cacao
y la soledad es una deriva
irremediable y lenta
hacia un pozo infinito.
Porque de aquel entonces
siempre hace mucho tiempo
y la noche arrecia como un epitafio
trayéndonos un nuevo abismo
y un recado de seguir siendo.
A veces quiero decir Constantinopla
para escuchar a alguien
como diciendo
que es la hora de vivir.

No hay comentarios: