domingo, octubre 23, 2011

Tam-tam

Lo mismo que los muebles
en un cuarto trastero,
igual que las gaviotas
tras los barcos de pesca,
persiste el otoño como solía
antes, como si aún fuera posible
entrar ahora en otra casa
distinta, y de esa forma,
desorientados y tambaleantes,
pudiéramos aventurarnos
a envenenar un último poema.

Persiste también esta gravedad,
este seguir aquí y ahora
cosidos a la materia del orbe,
disolviéndonos a tientas, latiendo
muertos; himno silente de la muerte
que tiene aún algo encendido
para decir la noche

cuando todas las palabras
se arrastran, sin excusas,
en el confín del papel y la pluma
y agazapado —sombra que discute,
himno silente de la vida—
con tu pequeño atrio envuelto en celofán
desciendes, campana, sin atreverte
siquiera a horadar la arena.

Como solía, persiste el otoño.

En el radar se anuncia otro verso vacío.

El corazón es un tambor de guerra
en la noche africana.


octubre 12, 2011