lunes, noviembre 14, 2005

Una deuda

Hay un instinto de la noche
—ahora que la luz va secándose
hasta la niebla de un murmullo en la penumbra—
donde ponemos a escurrir nuestras dudas
y entornamos los días que nos persiguen.
Estudios de castellano en el estío de Valencia,
donde La Puebla es un pequeño Miami sin tiburones.
La vida como si nada y encontrarte en aquella playa
—tu mirada de pecas y aquella amiga tan alta—
dos a dos para concedernos un tiempo de prórroga.
Las callejas del Carmen, junto al mercado de Mosen Femades,
sin solares, son la sombra responsable que nos cobija.
Y la cerveza es mejor y más barata.
Me resistí a ayudarte, a comentar aquel poema,
ese trabajo de clase, —debo subir nota—.
Ayudarte a imaginar qué demonios querría transmitir el poeta.
Tan sólo cinco minutos para cuatro frases abiertas,
polisémicas, sobre un final de descubrimiento
y ventana ancha (ahora me pregunto
sobre qué o de quién sería aquel poema).
Cuando te vayas me enviarás cartas
con fotografías polaroid de Stephen Stills y Jimmy Connors.
Yo te contestaré describiendo la portada surreal
de aquel álbum de Al Stewart con Clifton en la lluvia.
Los espejos que han nacido de mis sombras
buscan un país más lejano, pero posible,
como lo hacen las conchas
en su movimiento vibratorio
mientras sucumben en la orilla
junto al cuarzo mínimo y la espuma.
Nunca sabrás que estoy saldando aquella deuda.

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