jueves, noviembre 10, 2005

Recuerdo de un naufragio

Era un bikini negro y un ángulo obtuso con vocación de recta. Era el pelo corto y los pequeños pechos de cera y la mirada incierta dominando la arena. Éramos todos y ella la única, consorte del rey Creole, removiendo los rumbos contenidos.

Se llamaba Isabel.

Terminó casándose con un tipo de uniforme que pronto, muy pronto –nunca conté los meses–, le hizo un hijo y se la llevó a Murcia. Aún recuerdo la última vez: terminaba el verano y los estudios enfocaban una universidad por decidir, paseaba por el Parterre, el recién nacido en el carrito, la blusa blanca, la transparencia del contraluz y la humedad de la lactancia. No logro recordar el fingimiento, la conversación sin sentido que acompañó aquella última representación.

Como un naufragio silencioso que se resistiese a arrojar sus restos a la costa, tampoco logro recordar la parte de mí que dejó de ser aquel verano.

No hay comentarios: