viernes, marzo 10, 2006

Un lugar cercano



Consumido el incendio
el tiempo se ríe de ti,
tanto que ni pasar ya quiere.
Y de repente, en un día cualquiera,
cuando las inmensas nubes se asoman,
el volver de aquellas tristes cenizas
perdidas entre el limo de la noche;
vestigios ya sin rostro pero con nombre aún.
El tiempo se ríe de ti
—y se levantan los velos, y las copas estallan
hechas trizas en el fondo de las sombras—,
tanto que pasó de largo como el invierno,
tanto que no lo cuentan los números.
Mujer como tinieblas,
no volveré ya más a remover
aquellos silencios no consumados.
Pero qué limpio, qué brutalmente limpio,
qué limpio todo ahora,
tanto que ni pisar ya quiero.

marzo 10, 2006

martes, marzo 07, 2006

Ni un indicio


Todo lo que he vivido,
todo lo vivido
por aquéllos que me precedieron,
me ha llevado hasta aquí.
Cientos y cientos
de cargas genéticas combinadas
—generación tras generación—
para llegar al desamparo de las palabras
que ahora vuelco en este papel.
Tortuoso y estéril itinerario
hasta llegar a esta hora precisa
en la que todos los vislumbres,
cerrando el círculo de lo desconocido,
me conducen hacia un futuro cierto
de eslabón hacia ninguna parte.
No existe aquí olvido del ser.
No existe aquí
pavor alguno frente a la infinidad.
No me restan ya
guerras que redimir en esta tierra.
Pero aquí continúo,
en la sinrazón del estar vivo,
sin saber
después de qué muerte existe otra vida,
intuyendo
que todos los números son el número
y todas las bestias una.
Sabiéndome solo,
llegado al absurdo de conocerme portador
de un germen primigenio. Solo
—despiadadamente solo—
escribo porque no puedo evitarlo.

En la larga y blanca noche
ni un indicio de ti.


marzo 7, 2006

lunes, marzo 06, 2006

Daba risa verte



Daba risa verte, sentirte lejana
bajo la luz última. Y tus lágrimas
en las mejillas quemando
la ilusión no poseída.
Y huyes, huyes sin irte,
sobre mi desbocado cuerpo, huyes
hacia el momento de los labios,
donde tener o ser tenido
es el sagrado himno de la devastación.
Y en otro instante decir, añorar
la sinrazón al fin del estar vivo
y repetir otra vez que era el viento
olisqueando, quizá, otra presencia.
Daba risa verte.


marzo 6, 2006