sábado, abril 18, 2015

Dona ei pacem



Hacía tiempo que no hablábamos
de verdad. Ya sabes, siempre otros.
También porque el teléfono era aún más distancia.

Sigo vivo porque no tengo con qué pagar
mis excesos –dijiste.

Te pedí que no desistieras,
te hablé sobre la puta mala suerte,
pero yo sabía que eran palabras,
frases hechas, mentiras sin sentido,
tenías que partir, esta vez para siempre.

Estuve ya muy cerca
y no parecía tan malo.

El cuerpo exánime que ahora observo
los zapatos brillantes e impolutos,
la inmaculada y, tras la donación,
algo holgada indumentaria, la súbita paz
de esa materia que una vez fue ardor
va deshaciendo aún más aquel mundo
que entonces compartimos.

Y ahora que aquel parque ya no existe
y no sabemos a dónde se fueron
aquellos años lúcidos de patrulla y parterre,
más real que tu ausencia,
tu mirada azul aún nos sonríe.

Para nuestros mejores o peores demonios,
Fernando,
hoy vuelan más alto los pájaros.

Es absurdo pensar
que esto pueda ser nuestra despedida.

abril, 2015