jueves, noviembre 10, 2005

París otra vez



París otra vez, pianista
en un burdel,
ardiendo en la pobreza que nada pide
y ser confidente y amante
de todas las putas. Otra vez París,
en un burdel, y es enero
y todo es piel sobre piel,
ya no sino como acorde disonante
en la sonata imperecedera de la muerte.

Ésa es la canción por la que
nunca te conocerán, si no fuera
porque siempre terminas con ese
¡Oh María! delator,
preguntándote qué fue de vosotros,
esperando que sea feliz sin ti. Y quizás,
de repente, su cuerpo sobre tu cuerpo,
como la nota sobre el acorde
en un solista suicida.

Otra vez París
amaneciendo, más roto
que ese roto agreste de su espalda
huyendo de las aguas, ahora que
diez metros de un imposible pasillo
y una puerta cerrada te protegen de ti.
Ahora que los dos sabemos
que la belleza es una prisión del tiempo
espero que, al fin, ¡Oh María!, seas feliz.

Cuatro de la mañana,
París otra vez,
cuando todos los caminos conducen a la soledad
las cartas que escribes
ya no pueden ser en tercera persona.
Porque el amor eras tú, ¡Oh María!,
todas las noches que tenías compañía
todas las noches
que nunca era yo.

No hay comentarios: