sábado, junio 05, 2010

Escenas de un olvido

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Estamos junto al mar
en una tarde de verano
—sabes que no es así—,
sobre la cama hay un embarcadero invisible.
Unos tigres reposan más allá del jardín
en una página que amarillea.
Nada es lo que parece.

Tú me dices que los hoteles
siempre te parecieron una sala de autopsias.
Yo sólo te hablo de versos perfectos,
de versos dados como eclipses,
de versos frágiles
amontonados desde nunca
porque siempre es muy pronto.

La noche está hecha para los amantes
—repite la canción—
y yo quería sacudirme el miedo,
ese miedo que, después de todo, pensamos
que alguna vez se agotará.

Deseas detener esa hemorragia
interminable, llegar a entender
por qué nunca sucede
que Ofelia se escape de los nenúfares.

Ya no supimos decir nada más.
No eran más que bocas llenas de bilis,
no eran más que tormentas en la tarde.
Nada podía salvarnos del frío.

Lentamente, cerca de nadie,
todavía alejado del invierno,
absurdamente solo
concluyo el día
mintiéndole a la noche con poemas.


junio 5, 2010