domingo, enero 28, 2007

Atentamente

Los atardeceres son siempre mejores
que los poemas sobre atardeceres
—dijiste—. En aquel tiempo
avanzábamos con la certeza de quien sabe
que la muerte es una cita inevitable
y que hay precios que no conviene pagar
por postergarla.
Si este lugar no hubiese existido;
si pieza a pieza no hubiésemos compuesto
este rompecabezas
donde soñamos y abjuramos de espaldas a la noche;
si no hubiese existido este lugar
nuestros cuerpos nunca habrían estado unidos,
nunca nos habríamos hecho fuertes
sobre la costumbre,
empeñados en desconocernos,
anochecidos
por todas las guerras del planeta
y la furia de una soledad lejana y hermosa
como una isla.
Este lugar siempre será nuestro,
por eso sabes que te negaré siempre,
por eso nunca me hallarás sin ti.
Más tarde, mientras la tierra aguarda,
dejarás que el viento responda.
Pero ahora quiero tenerte aquí,
atenta a lo más nimio,
luego de que los trenes partan
—y yo tras ella—
hacia el próximo poema
y el día gire en una palabra.

Tuyo. Atentamente.
Enrique.


(De Conversaciones con la poesía)
enero 28 y 29, 2007

lunes, enero 15, 2007

Leo tu nombre en los posos del café

Es de tu memoria
de donde se alimentan las metáforas,
las palabras que colorean
su nombre de estiércol a las nubes.
Es de ti de quien me protejo cuando
la sequía construye su ataúd a las estaciones,
justo donde escarbo en mí tu simiente
y encuentro un cuerpo solo.

Tal vez debimos quedarnos allí,
sobre la tierra muerta
que da cobijo a esta ciudad.
Quedarnos allí, hechos trizas, en su subsuelo,
copulando pensamientos para nada.

Hay un muerto que nos espera sin prisas,
un muerto que se ha vestido con sus últimos despojos
para observar el espacio sin pájaros de nuestras manos
y su eterna culpabilidad.
Acaso esa culpabilidad sea
el origen de todos los poemas,
sombras que construyen sombras ficticias
que a lo mejor nacen también por ti.


enero 14, 2007

lunes, enero 08, 2007

Ya no sabe



Mi madre ya no sabe,
no sabe ya cómo formar tríos y escaleras.
No renace el aire la sangre en su rostro.
Sobre el poema la intemperie, el adentro
del silencio y lo prohibido,
cadáveres en vigilia por mi boca.
Me importa el mar,
el estallido de piedras del mar;
me importa la muerte,
el llevárselo todo de la muerte.
Estaba el mundo de vísperas,
mi madre ya no sabe.


enero 7, 2007

Enero es frío sin compañía

Lames en la tarde un sueño de pájaros.

Era preciso que volvieras, desde los escombros,
a esta tierra cercana a la noche
donde las brasas no queman, donde
siempre habitó —delirante— el rocío,
y yo cabalgo y voy, y yo cabalgo y vengo.

Era preciso dejar correr el río blanco, aquí mismo,
en su fábula, como creíamos; en su fábula
parecida a un loco hecho para ti. Natural y terrible
como ese loco que sabe del sonido verdadero
mientras tú, entre naipes y pájaros,

lames en la tarde el sueño que nos protege.

Enero es frío sin compañía. Era preciso.


enero 7, 2007

viernes, enero 05, 2007

Pero te espera



He inventado unas lágrimas
—enlazadas como fichas de dominó—
para celebrar la hermosura del otro lado;
he escuchado al predicador labrando
su silencio de frontera; he medido
con la precisión de un cartógrafo medieval
el abismo metálico del dinero en la palabra;
he sentido —sé que he sentido— inmóvil,
íntimamente, cada instante contigo
y todos ellos —incalculables—
fueron en soledad.
Aún soy el hombre que persigue
la luz de los tinglados de otros puertos
y una playa remota al abrigo de las corrientes,
el hombre —invencible como un muerto—
que escucha, que sólo escucha,
el transcurrir de las horas.
Pero el tiempo exige su servidumbre
y ya no quedan más palabras,
así que ya no importa si estás ahí
o si todo sucede por última vez
y no nos volvemos a encontrar,
porque —dime—
qué se puede hacer con un poema;
qué puede edificarse
describiendo el desfile de la luna
o la dulce melodía de un recuerdo;
qué con el eco del agua en el aire
o con el desconcierto
de quien no sabe nada de ti
pero te espera.


enero 4, 2007