martes, abril 18, 2006

Un daño lento



Por ver si aquella imagen me abandona
rescato tardes y tiempos quemados
y en cada vaso bebo aquellos otros vasos
perdidos en un rastro de azules y siluetas.
Ahora que en el día la sombra te arrincona
frío adentro, y en ella eres más tú
—o lo somos, tal vez, en una soledad
que ya no es la nuestra—, tercamente
insistes en cambiar memorias. Pero
hay un daño lento, un daño paciente
y minucioso que tendrá lugar
allá donde habitó el deseo.
Y la lluvia une a las tuyas sus fuerzas
por ver si aquella imagen te abandona.

abril 18, 2006

lunes, abril 17, 2006

Alguien en el otro lado



Hay alguien
en el otro lado de estas palabras.
Entre fragmentos y ecos de sí mismo
y una memoria varada, hay alguien
que busca, que necesita cumplir
un rito ancestral
que dé sentido a signos y lenguajes.
Dicen que los versos nacen en la soledad
de un aire intruso, sobre huellas de fantasmas,
pero aquí y ahora, esto que escribo
es una cicatriz, una contraseña sin mensaje
de alguien que comienza a morir su muerte
mientras la muerte, inclemente y absurda,
decide dejarle para el final,
como si no fuera bastante aún.
Porque esta realidad es una ilusión,
un espejismo,
cosas que no me pertenecen
y que existen sólo porque las pienso.
Y luego están
los pasos que andamos sin dirección
entre sacos de miedo. Y todo el gasto
en unas pocas células, esas pocas células
leves y exhaustas, que reniegan ya
aunque sepan de ti en el otro lado.


abril 13, 2006

jueves, abril 06, 2006

Día quinto

Abril dos mil seis, día quinto.
Nada existe
salvo tus cárceles
y la protesta ilegible que a golpes
va deletreando el pozo y su tinta
apolillada.
Tiempo inocente para una sed antigua
—cadenas y píldoras y niños
empujando hacia territorios quemados—,
tiempo anticuado de manuscritos interruptus
esparciendo su conciencia en el sol naciente
y su música vegetal.
Día quinto, abril dos mil seis,
bajo un cielo adorablemente tísico:
lugares como fantasmas que dicen adiós
y quizá estén diciendo
(quizá siempre me hayan dicho)
otras cosas que nunca entendí.
Un indicio más,
como una fotografía sin recuerdos
entre cosas y luchas que ya no conozco
en esta cacería incomprensible y minuciosa
de habitaciones lentísimas
porque nos supimos cuerpo y verbo.
El acompañamiento, por favor,
de viento, percusión y cuerda.


abril 5, 2006