lunes, noviembre 14, 2005

Rumbo de delfines

La noche hunde la luz en la diana del silencio.

Bajo la lluvia, a duras penas regresamos
por el camino de ida y vuelta que nos posee.

¿Quién supo, quién sabrá nunca de nuestra lucha?
¿quién de las historias que nunca serán Historia?
No perdimos, no ganamos esa guerra
aunque arrastremos todos sus muertos,
aunque guardemos todas sus fotografías,
todas sus imágenes vagabundas
de cielo en tierra.

La lluvia tiene tu mirada.

Queda el aroma,
la música de cobre viejo y saxofón,
el desenlace de una quimera fuera de horario
y las excusas entre dos sonrisas.

Quedan también, de uno en uno,
los instantes en los que tomamos la vida
como el fuego a la yesca, los instantes del derroche
en la soledad sin límite del encuentro final.

La música tiene tu aroma.

Imposible sobrevivir ahora a esta muerte
—¿qué pozo puede cobijar tanto silencio
incapaz de ser grito?—, imposible sobreponerse
a este rumbo de delfín persiguiendo la estela de tu barco.

Falsos sueños, extraños días, lejanas horas.
Palabras. Sólo palabras. Definitivamente palabras.
Hace tiempo que ya no escribo poemas,
hace tiempo que sólo veo caer tu mirada,
que sólo escucho tu aroma fugitivo. Y aun así,
la lluvia tiene tu mirada y tu aroma es la música
persiguiendo un rumbo de delfines.

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