martes, noviembre 15, 2005

Canciones suicidas

Saber estéril (canción suicida nº 1)

Sé del descreer,
de la primavera esquiva,
de las calles andando caminos
por mí
que fueron míos,
de los filos avanzando
sin alternativas,
del no dar para más
y del no crecer
ni en poso ni en herida.
Sé del regreso
sin nadie esperando
y del pensamiento
corriendo hacia nadie,
y lo que significa
que te arrebaten la voz
y el sueño
en cada arista.
Sé de todo eso, sí,
pero no me preguntes
lo que los juncos silban
—contra la razón, contra la vida—
ni sobre lo que la calle arrastra
o lo que la marea vislumbra
más allá de este silencio,
de esta mudez maldita,
de esta escarcha interminable
que nos habita.


Y si, a pesar de todo (canción suicida nº 2)

Y si, a pesar de todo,
buscase el final ahora. Si
—como invasión de tierra o aire—
la piedra, piedra por siempre
y el ser de las cosas
regresase a su sitio.
Dime, tierra,
si el sonido de este viento absurdo
es tu secreto nombre. O tú, aire, dime
en qué espectro nos buscas, en qué
siluetas de vaho somos el sueño
como el problema la respuesta.
Y vosotros,
cadáveres retorcidos entre cenizas
y rayos catódicos, decidme si acaso
Cesare Pavese saldó al fin su deuda
suicidándose.


Vértigo polar (canción suicida nº 3)

Tenía que ser así,
como un acaso nunca intuido,
en la luz de la noche
y las ventanas de vaho. Somos
lo que en otro lugar cantan las arias
y las bodegas de los buques hundidos
esconden. Y recito de un tirón tu salmodia
—pirámides que nunca construimos—
y acumulo insomnios de imaginarios tangos.
En el ámbar del terciario labramos huellas
de ciudades y rumbos desconocidos
hechos de cuarentenas y escorbuto,
ruinas y conjuros que compusimos
en el libreto antiguo del silencio.
Nuestra culpa fue el vértigo de oír
sin saber dónde, ser ártico
entre marjales serpeantes
bajo la inclemente lluvia,
sin herencia ni hijo por quien luchar.
Tenía que ser así,
en la habitación de un hotel barato,
unos minutos después
de no saber
cuál era nuestra casa,
ni a quién hablábamos.


Vivir aún (canción suicida nº4)

Años y años pretendiendo el estupor
para encontrarte hoy anclado
en el oficio de sepulturero, envuelto
de un pesimismo tan estúpido como baldío.
Desfallecido, sabiendo ya quien eres
y lo que serás, agotas el vaso
mientras entierras la gloria y, con ella,
el asombro de la vida y su esplendor.
Sabes que pudo ser.
¿Cuáles serán las excusas para seguir?
No fue la luz y sí la noche fría.
Testigo de su poder
persigues en la noche la noche al fin.

1 comentario:

kammy dijo...

Hola! gracias por publicar canciones suicidas... ayudan a reflexionar de la vida... y a sentirse identificado y pensar bien las cosas antes de hacerlas(...)

Kammy