Seguramente nos observes
desde la indeterminación infinita,
soledad fantasmal de tu
recién consumada memoria.
Ojos de concha marina
que iluminan la húmeda latitud
de tu lamento de pelícano
en vuelo irregular.
Esencia, sobre todas
las cosas, donde
el cierto mar no regresa
y el viento leve sólo acaricia tu
huella sobre la arena, como material
despojo de nuestra lenta demolición.
Delgadez que da la tierra
donde se acaba,
páginas tiznadas ya sólo
con tu nombre de lluvia
que nunca consigue borrar aquel amor.
Tú en el punto cero.
Mi pluma apenas te dibuja.
miércoles, septiembre 28, 2005
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2 comentarios:
Valente, Valente, Valente, ¿qué poeta!
Un lujo, Enrique. Te agradezco que hayas dejado pistas para encontrar tus textos. Volveré por tus rastros. Un cordial abrazo.
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