Echaré a andar entonces;
para no permanecer nunca.
Cuando la materia que habitas
agote su muda y sea luz
disipándose en el frío;
en el momento en que comprenda
la herejía de tu cuenca imantada
y someta el asombro sin respuesta
de tu cuerpo; cuando el humo antiguo
sea aire en el aire y el registro agudo
de esa enloquecida orquesta
sea una mancha irrenunciable.
Entonces, para no permanecer
nunca, echaré a andar.
Y tomaré a la sazón
unos gramos de tu congelada prisa
para hacer de lo posible
el sueño.
miércoles, septiembre 28, 2005
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