Esa copa de cristal
ya fue escrita, como
también el trago,
su sabor brusco y frío
que condensa la niebla.
Y la asimétrica calma,
el rumor batido e ingrávido
del tren alejándose,
antes de dar a luz su
eco de silencio.
Y aquella soledad enlatada
de las habitaciones de hotel,
con sus folletos de monumentos
escondidos entre anuncios
de restaurantes y cabarets.
Tropezarnos entonces
con la noche pálida,
reuniendo palabras
y temores, cuando solo
es dejar atrás el peso
para caer en falso.
miércoles, septiembre 28, 2005
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