martes, abril 03, 2007

Después del miedo

Llegó el invierno, tardío y hostil
como la culpa.
Atrás —entre los dos, atrás— el tránsito
hacia bordes delirantes y hendijas
—bajeles del amanecer, campos donde
mis manos encuentran las coordenadas
de tus colinas inocentes—.
Debería irme,
ahora que un sonido repite otros
irremediablemente;
cuando mi casa —nombre de sal—
es el humo de un estribillo loco
acudiendo a su cita con el aire,
sé que debería irme.
Porque no hay miedo después del miedo,
ya sin miedo irme
aunque nos parezca indispensable escribir:
ese morir que es ir tras una canción,
que es ir aún tras unos trazos
cuando la inmensa mentira de vivir
sin extrañeza; cuando ya somos
esa ventana abierta en la casa vacía
golpeada por un soplo de poniente.
Sólo un poco de ti a los pies del ser.
Y es por eso.
Llegó el invierno. Y así —se diría—
morir, aquí y ahora, es
observar a todos nosotros siendo.
¿Te dije ya
que no hay miedo después del miedo?

abril 1, 2007

2 comentarios:

e g f c dijo...

la edad, claro, pero aún así la experiencia es otra cosa... muchos méritos.
he reabierto mi neufragio ¿te suena de algo lejano? por ahí está, yo: inconforme pero esperemos que pueda servirme

enrique sanmol dijo...

Pasé por allí y me alegré al ver un enlace hacia este sitio (ahora no recuerdo cómo demonios se hacía eso)... poesía a raudales y otras muchas vivencias compartidas.

Espero que sí te sirva.