Tienes activado el buzón de voz.
Tus palabras resbalan por antenas y cables
pronunciando un mensaje conocido y absurdo.
El pulso es el recuerdo de un viaje
donde se amontonan hangares y rostros extraños
y plazas y puentes y edificios
y tu cuerpo, junto a nadie, desnudo,
tendido en aquella cama enorme.
Sólo unas imágenes, algunas músicas
y una pocas palabras
nos poseen finalmente.
No dejaré que suene la señal,
como tantas otras veces
no dejaré mensaje alguno.
No sé qué será de mí
cuando, de una vez, te decidas
y cambies de número de teléfono.
abril 9, 2007
lunes, abril 09, 2007
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