domingo, febrero 12, 2006

Otra insoportable levedad

Hoy has decidido
dar una nueva oportunidad a las palabras;
cincelar lentamente tu biografía de duna
amontonando instantes; repasando
eternidades de precio tasado junto a
un DVD de alquiler y un cuenco de palomitas;
inventariar momentos para, más tarde,
desear saber cómo enterrarlos.

Dar una nueva oportunidad a las palabras,
anotar, una vez más —como si siempre
tuviésemos algo que decir—, tu nombre
entre el vacío y los acres vaivenes del deseo,
preguntarte qué pasaría si, de una vez,
dejases que el viento decidiese por ti,
si abandonases, al fin, lo que la marea, terca,
va devolviéndonos día tras día.

Nada desconocido es revelado aquí,
estas palabras no saben —nunca han sabido—
desvelar ninguna verdad eterna. En realidad,
hace tiempo que lo supiste:
nadie es capaz de explicarnos (de explicarte)
dónde está —o qué es— la verdad,
explicar de qué va esto.

Las sombras van cayendo sobre las horas
mientras los dados ruedan y ruedan
sobre un fieltro de probabilidades,
explorando los peligros de conocerte,
de darte nuevas oportunidades. La vida
—más vieja que todos nuestros lamentos—
continúa del mismo modo que nos alumbró.
En la oscuridad de las cavernas,
la mórbida levedad de las palabras.


febrero 12, 2006

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