Yo sé que
llegar hasta el final,
atravesar dando
tumbos los almanaques,
es agrietar
una casa a golpe de caídas
y de
equipajes que nos negamos a deshacer
en este
transitar hoteles inhóspitos,
también que
los bosques se incendian
y que sus
brasas atesoran
mariposas y
caracolas,
maravillas
efímeras que no sabrán
de fuegos y
devastaciones.
(¿Cuándo vendrás
por mí si no te busco,
cuándo pronunciarás
mi nombre
si yo el
tuyo no sé pronunciarlo?
En mitad de
la noche eres cómplice
del silencio
mortal,
de la
tormenta que no cesa.)
Los antiguos
poemas de vientos y lágrimas,
como una
humillación,
preguntan
por nosotros
y parecen
querer regresar con la marea.
Yo esperaré que
la siguiente estrofa
arranque los
pétalos del revólver
y nos traiga
la presencia del frío,
la forma en
que la noche
se hace
definitiva.
marzo 6, 2016
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