lunes, enero 15, 2007

Leo tu nombre en los posos del café

Es de tu memoria
de donde se alimentan las metáforas,
las palabras que colorean
su nombre de estiércol a las nubes.
Es de ti de quien me protejo cuando
la sequía construye su ataúd a las estaciones,
justo donde escarbo en mí tu simiente
y encuentro un cuerpo solo.

Tal vez debimos quedarnos allí,
sobre la tierra muerta
que da cobijo a esta ciudad.
Quedarnos allí, hechos trizas, en su subsuelo,
copulando pensamientos para nada.

Hay un muerto que nos espera sin prisas,
un muerto que se ha vestido con sus últimos despojos
para observar el espacio sin pájaros de nuestras manos
y su eterna culpabilidad.
Acaso esa culpabilidad sea
el origen de todos los poemas,
sombras que construyen sombras ficticias
que a lo mejor nacen también por ti.


enero 14, 2007

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