martes, octubre 31, 2006

Intento de asesinato

Se me ocurre que ahora,
a pesar de nosotros,
podría ponerme a escribir. Escribir,
por ejemplo, —no soy original, lo sé—
del modo extraño en que tantas cosas
podrían haber sido
y quedaron lejanísimas, extraviadas
en ese lugar pantanoso
que es la memoria. O escribir
—sin que sepa muy bien por qué—
de la aspereza antigua
cuando caigo en la cuenta
de lo que hubiera podido decir,
o callar, tal vez, si hubiese apretado
con fuerza los dientes
y en silencio hubiese resistido
los embates de las ideas
y sus tristes argumentos. Escribir
para terminar repitiendo
este intento de asesinato
que sigue siendo la escritura,
la anacrónica inocencia que alguien
—ridícula, tercamente—
persiste en hacernos creer
que continúa siendo necesario,
cuando sabemos bien
que no es más que otro truco:
la ráfaga de viento
que por unos instatntes zarandea
—apócrifa ilusión—
a unas sábanas tendidas.
Escribir,
haber dejado a un lado el miedo
que dio vida a esta muerte
para terminar comprendiendo
que nada quedará.

octubre 31, 2006

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