Mes de julio,
mientras los coches vienen y van
como las llamas en los resecos pinares;
cuando el instante no tiene dueño
y uno intenta ponerle nombre a su vida
pulsando un deseo remoto
escurrido en el tiempo.
Mes de julio,
en el caer de la noche,
para no decir abismo
y dejar que la escritura –aún misterio
y laberinto– hable por sí misma.
Despacio, después de tantas tardes,
después de tanto olvido.
Si ya no esperas más de ti.
julio, 2006
domingo, octubre 22, 2006
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