
Danza la noche
trazando arcos sobre un invierno obsceno.
Danza la noche lejana y sola
rememorando
el ansia letal de bajarse del tren
para conquistar sus orillas blancas.
Y tú debes hacer lo que siempre temiste,
lo que no ha cambiado ni cambiará:
ahora —de repente y sin excusas—
cuando eres légamo que ya no importa,
sabes que deberás romper el ruido.
Desnudo, aunque en la claridad aún,
danzas en la noche lejana y sola.
Hablas, y sin embargo es el silencio;
escuchas, pero nadie dice nada;
hablas y hablas, e inútilmente hablas,
pero sólo pronuncias
proezas y augurios como pretextos
desbaratados.
¿Quién hubiera sabido de penas movedizas?,
¿quién hubiera sido o quedado intacto
y todavía no sabiendo nada?
Danza la noche, y tú
dices todo deprisa,
con la vida arreciando
desde un silencio sin letra. Deprisa
danzas en la noche lejana y sola
como si la brasa en la noche azul
esperase un último resplandor
antes del frío.
enero 23, 2006