Las gaviotas transitan entre los edificios
en la tarde apagada. Protegidas
por la brisa marina se hacen fuertes
más allá de la altura del museo.
por la brisa marina se hacen fuertes
más allá de la altura del museo.
–Cuando
llegue la noche,
hacia dónde
volarán las gaviotas–.
Todo este
estar aquí
es un
simulacro de olvido,
un estrecho
balcón por el que observamos
el tráfico
como un gusano
que avanza y
se detiene a golpes de luz.
–Cuando
llegue la noche,
hasta dónde
volarán las gaviotas–.
Podría irme
con ellas y no volver nunca.
Podría –sobre
los cristales y el acero–
alejarme
cualquier día
y en el aire
construir un último laberinto
donde, una
vez más, ser inapropiado.
En los peldaños
lentos de la tarde
los transeúntes
son seres sin forma,
entes desconocidos
e impasibles
que emiten
señales confusas.
Seguir,
para entender
el mundo no perseguir
gaviotas,
seguir, ahondar la orfandad
del
forastero en tierra extraña.
mayo 13, 2017
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