Todavía es verano,
noches coqueteando con el frío,
calles que mantienen las sandalias de milonga
y un regusto acre cosido a la garganta.
Las palabras son flores de septiembre
convocándonos al regreso.
Es tiempo de ser puntual a la cita,
de plegar la ropa, de hacer maletas.
La música continúa sonando,
pero ahora tú y yo hemos perdido
el pentagrama,
ese pase de tribuna que Alguien
—si acaso ese alguien existiese—
nos dejó prestado entre ladridos en la noche.
Cómo me gustaría haberte pensado antes,
mucho antes de que compartiéramos
esta fábrica vacía de estrellas,
esta ruleta que llamamos mundo.
Todavía verano.
A veces tengo miedo de que existas.
septiembre 10, 2009
noches coqueteando con el frío,
calles que mantienen las sandalias de milonga
y un regusto acre cosido a la garganta.
Las palabras son flores de septiembre
convocándonos al regreso.
Es tiempo de ser puntual a la cita,
de plegar la ropa, de hacer maletas.
La música continúa sonando,
pero ahora tú y yo hemos perdido
el pentagrama,
ese pase de tribuna que Alguien
—si acaso ese alguien existiese—
nos dejó prestado entre ladridos en la noche.
Cómo me gustaría haberte pensado antes,
mucho antes de que compartiéramos
esta fábrica vacía de estrellas,
esta ruleta que llamamos mundo.
Todavía verano.
A veces tengo miedo de que existas.
septiembre 10, 2009
2 comentarios:
Lo leí desde que lo subiste.
La melodía de tus poemas, como ya te he comentado me es familiar, es ir leyendo algo que se intuye, y en su fluir, confirmarlo. Las palabras tantas veces huecas, tantas veces dardos, se dan cita en tu poesía, con una dimensión diferente.
El miedo al que alude el último verso, se transmite a quien lee, y en cierta forma asusta.
Saludos Enrique, Luna.-
Parece que últimamente eres la única testigo de estos versos, Luna. Recientemente alguien me dijo que no hacía más que escribir sandeces... tal vez sea cierto y esa sea la razón última de, entre otros, ese hecho.
Muchas gracias por dejarme tu comentario. Un cordial saludo.
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