Cuando los
días corren
abandonados
a su suerte
de número
trece y algodón
sólo se me
ocurre dejarme llevar
y escribir como
si no hubiera tregua,
como si sólo
existiera la posibilidad
de mendigar
un poco de luz
o una pizca
de revelación:
cuando no
vivo escribo.
Encontrarse
entonces
entre dioses
que crujen a cadalso
como puertas
atrancadas
y seres que profetizan
la muerte,
sigilosos, anticipándose
a la noche
y a su sabor
de óxido y lamento omitido.
Encontrar
también pájaros,
pájaros
azules, pájaros adverbios,
pájaros
calificativos
en su llamada
terca
tras el gran
incendio del orbe.
Hacernos
verbo después,
y en esa
tesitura
ofrendar el agua
seminal a la inocencia,
cantar la avidez
del temblor,
maldecir la desdicha
del saberse a
destiempo y tarde,
del saberse
vida de vida ajena,
tachadura de
tachadura,
palpitación
que llama a un viento
que no
vendrá
y ser
consciente de ello:
cuando vivo
no escribo.
noviembre, 2020
2 comentarios:
Que buen, que buen, que buen poema.
Cómo me agrada esta forma de decir.
Blog de mucha y buena poesía.
Y tanta escorrentía circulando por ahí.
Un abrazo.
Perdona Manuel, no había leído tu comentario hasta ahora... la verdad es que últimamente no estoy acostumbrado a que por aquí haya comentarios.
Te agradezco mucho tu paso y me alegro también mucho de que te gustara mi forma de decir.
Un abrazo.
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