Romeo ama a Julián
en la plaza mayor de Munich,
y tú me dices “¿por qué no Romea
a Julieta?”. También que, realmente,
en alemán se dice Miunchen,
o algo parecido,
—nunca fui bueno para los idiomas—.
Mientras suena la música
me entretengo mirando alrededor:
la sombra de las estatuas, el escenario
—parecido a un gran desierto luminoso—,
los cristales del suelo
y la coronación de miss dragqueen.
Nadie sabe de Rilke en esta noche.
Inevitablemente llueve, llueve
y todo parece desconocido,
tan desconocido como tú mismo
cuando la huida no es un medio último
para volver.
Romeo ama a Julián es una punto-com,
un lugar donde las gaviotas
no anidan, un lugar donde este mundo escribe
palabras sin misterio.
“Mi casa se encuentra entre el día y el sueño”
—nos dejó escrito Rilke—.
Tal vez no haya misterios que merezca la pena
desentrañar:
todo lo que realmente posees
cabe en una maleta,
y ya sabes que los de Ryanair
te machacan
por un kilo de más.
julio 31, 2011
domingo, julio 31, 2011
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