sábado, noviembre 24, 2007

Adagio para cuerda



La tarde vuelve a aburrirse
en la transparencia gris de un orujo
que sabes que no es capaz de salvarte
pero que aún piensas que te ayuda a resistir,
a olvidar ese dolor primigenio
que desde nunca —terco— te persigue.
Debe de ser que no sé ignorar,
que no sé dejar correr el agua,
ser madera fluyendo en la corriente,
luz en la luz del día, ceniza entre cenizas.
Tuvimos que volver
—el enemigo siempre estuvo dentro—,
regresar de la noche de labios compartidos,
de una vez por todas dejar caer el sueño,
descender al fin, callar para siempre
lejos de la llama y la razón.
Después de tantas excusas y humos
nada hay aquí que no sea derrota,
tus manos están frías
y la tarde vuelve a aburrirse
en una morosidad sin recompensa.
Debe de ser que ésta es una de esas luchas
entre aquellos hermosos perdedores
de las letras de Cohen.


noviembre 24, 2007

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