martes, octubre 01, 2019

El nombre de la rosa


¿Debo recorrer el mismo camino
para comparecer de nuevo aquí,
en este lugar donde albas y crepuscularios
dormitan, donde todos los sonidos
parecen oxidarse entre restos de escarcha?
¿Reproduciría como un autómata
los mismos pasos para culminar
en la estafa de un eterno retorno?

La nostalgia torna en desierto
todo lo que parece ser ahora,
todo aquello que nos maneja
para arrasarnos sin piedad.
La maldita prudencia —ya lo dijo Frost—
una y otra vez nos conduce
hacia los caminos más transitados.

Tal vez por eso ahora pienso en ti,
entre gentío y sonidos distantes,
fantasma que viene y va, persistente,
en los extremos de una evocación
sentada a los pies de la vida,
aferrándote a mí —al estúpido de mí—
en aquel bajo transformado
en triste discoteca de suburbio.
Tu melena corta, suave y rizada,
tu cara pecosa y tus pechos cálidos,
una música entre desconocidos
y aquella despedida sin relojes

para no saber nunca más de ti
y nunca más decidirme a buscarte.

Todo tan lejos de este invierno fronterizo.

¿Por qué recuerdo ahora aquella calidez?
¿a dónde, desde aquí, nos llevan estos pensamientos?
¿a qué desgarradura que no hayamos zurcido?

Todo es lo mismo,
aquellas palabras, la próxima
estación y la siguiente,
¿acaso no podemos cambiar nada?
¿seguirá el juego atormentándonos
por el camino no tomado?

Dijo tan poco para decir todo
y ni siquiera recuerdo el nombre de la rosa.


julio, 2019

No hay comentarios: