La soledad
junto al mar en la niebla,
en San
Vicente, entre balandros
varados en
la playa y su senda de madera.
Al final del
sendero,
antes de las
alambradas de espino
que impiden el
acceso a una zona militar,
unas sombras
fugaces que intentaste
capturar en
una fotografía.
También allí
nuestra remota angustia:
la obcecada
obligación de seguir,
la terca
estupidez de seguir siendo.
Alguna vez
debimos soñar esas colinas verdes,
alguna vez
no fuimos estos extranjeros
viajando en
trenes de cercanías
balanceándonos
al compás de
un traqueteo maldito.
Clareaba ya
la mañana, y tú,
sentada en
aquel banco, anacrónica,
te demoraste
con tu móvil
leyendo unos
mensajes.
San Vicente do Mar,
entre sombras fugaces
y niebla.
y niebla.
agosto, 2017
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