Nos importan los vivos,
aunque el río nos duela
en la cerrada soledad de ese pensamiento,
aunque sean cadáveres jugando,
rostros de noche
en el tiempo monólogo.
Vuelvo a la razón y al río, lentísimo
y terco desde su conciencia cierta
de canto funerario.
Qué misterio en ese mapa que trazan
la lluvia y los hombres fluyendo,
rebuscando entre palabras de siempre
y nubes de polvo baldío
mientras el miedo late y mora entre nosotros.
Nos importan los vivos aunque el río nos duela
y el laberinto nos deslumbre
ahora que los cuerpos se tienden a esperar
como si creyesen nacer de nuevo
acabada casi la travesía.
Nos importan los vivos,
cadáveres jugando
y labios que aún tiemblan
en el cerrado abismo de estas letras.
abril 25, 2009
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4 comentarios:
Creo que nacemos cada día, cada momento, en cada encuentro, y desde cada muerte.
Lo único permanente es el cambio, de cadaver a huesos, y de ellos a polvo y de estar vivos en la acepción biológica, a ese transitar autómata de muchos.
En fin, es un poema triste creo, que hace volver a pensar en ciertas cosas. Siempre un gusto llegar a tus letras Enrique, muchos saludos, Luna.-
Hay ocasiones, estados de ánimo, en los que es preferible no escribir. Cuando escribía esto la vida pesaba demasiado y sólo parecía tránsito inútil. El sol volverá (tiene que volver) y disipará las tinieblas.
Muchas gracias por la visita, Luna. Un cordial saludo.
Espero que siempre puedan importarme los vivos, que no deje de dolerme el río. Lo contrario significaría que ya nunca más podría derrumbarme por un sueño, supondría criogenizar el sentimiento y convertir toda mirada retrospectiva inmune a las lágrimas. Porque el río sólo deja de doler cuando nos ahogamos en él.
Un abrazo
Antes que nada, perdona el retraso en la respuesta, Sirena. Tal vez haya demasiada desolación por estos lares últimamente. El río sigue doliendo, y no sé si ya es tiempo de seguir los pasos de Ofelia.
Gracias por la visita. Un cordial saludo.
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