Mientras te abrazo, afuera
oscurece y las calles son luces que nos buscan.
Conversamos, y así vemos pasar
la tarde y sus venturas.
Cada gesto es un lugar compartido,
cada palabra un sitio transitado.
Tal vez nada sea como parece,
pero es amable este pasar de cuentas:
nos conocemos bien
y sabemos que así envejeceremos:
entre palabras que tú dices,
entre palabras que yo escucho.
Acaso esta forma nuestra de evitar el frío,
esta forma de mezclar diminutos
porvenires y hacerlos en común
supere a los relatos
de esas historias imposibles
de las novelas románticas;
acaso querernos así no sea
tan aburrido y triste.
En la bulliciosa alma de la noche
(tú ya no hablas, yo ya no te escucho),
con el timón destruido, varado en el recuerdo,
escribo estas sensaciones de siempre.
Hoy eres un navío a merced del papel.
marzo 10, 2009
miércoles, marzo 11, 2009
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