Hubo un tiempo en que rogué por tenerte,
un tiempo en el que no eran posibles las mudanzas,
donde el desorden perfecto y el insomnio
buscaban un alivio
en el que enjugar todas mis derrotas.
Pero una cosa lleva siempre a otra
y otra a una más
y luego no sabemos qué nos trajo hasta aquí.
Y aunque sea convencional, ya dicho, previsible,
ahora nada importa demasiado
e interrogas al aire, al calor,
al gris plomizo ya noche del cielo.
Renegaré de ti, Dios,
por haberme concedido
aquello que te pedí,
aquello que ahora –los dos lo sabemos–
yace sordo y distante
igual que el giro que ya no esperamos,
como tampoco esperamos ya
el asombro de la carne herida
cuando recorrer tu cuerpo quemaba
y aquello era todo,
y si acaso no lo era
sólo eso parecía salvarnos.
Tardamos lustros en levantar nuestro
dolor más privado, minutos en relatar
la humillada explicación de una historia diaria
donde todo al fin fue indefensión,
promesa, desgarradura.
Tal vez te ame todavía
(cursi, convencional, ya dicho)
por eso renegaré de ti, Dios,
por haberme concedido
aquello por lo que tanto rogué,
renegaré de ti mientras celebro,
frente a la terquedad del pasado,
cómo la utopía del tiempo y su mentira
(convencional, ya dicho, previsible)
me devuelve la sed de aquellas horas.
agosto 2, 2008
lunes, agosto 04, 2008
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