sábado, octubre 20, 2007

Cuatro de octubre

En agosto, mi hermano –maldita previsión–
me envió un presupuesto. Entonces no sabía
de su gran presteza y diligencia,
de esa forma sosegada y tranquila
con la que parecen arreglar todo.

Un certificado son sólo tres
con ochenta y tres; la corona ciento
veinte; y la misa sesenta. Luego está
el coche y el acondicionamiento del cuerpo
y la gestión y la documentación.
Lo más caro el féretro y la esquela
y la sala del tanatorio. También el nicho,
por supuesto. Y aquí podemos escoger
doble o sencillo,
por cinco o cincuenta años.
Sin traslados ni defunción judicial
nos vamos a los cuatro mil. O casi.

(Has debido quedarte donde dicen el cielo,
en aquella pradera de noches para siempre)

Es un servicio eficiente, sin duda,
esa forma profesional y limpia
con la que todo parece arreglarse.
Es, sin duda, un servicio diligente,
aunque nadie sepa cómo tapar
el agujero. Ese enorme agujero
que ha partido en pedazos el pecho de mi madre.

Llamar, en caso de fallecimiento,
al teléfono cinco-cinco-cinco,
seis-cero-ocho, dos-siete-tres. Sr.
Martínez.


octubre 2007

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Enrique. ¿Cómo está? Sé que pasando un momento sumamente difícil. De esos que ineludiblemente el tiempo nos presenta en bandeja como un precipicio con ornamentos funerarios.

Fuerte su poema. Honesto, vibrante. Carne viva sin estrépitos, como suele ser su poesía.

Le dejo un abrazo largo, con todo mi afecto.

raphaela

enrique sanmol dijo...

Muchas gracias por la visita y el comentario a este poema, Rafaela.

Otro abrazo muy fuerte.