Es una escena breve,
tan sólo unos segundos,
noche veraniega, en mi vehículo,
detenido en un semáforo, regreso a
casa,
voyeur accidental
observo a una pareja muy joven
de pie, abrazados, besándose con
pasión.
Una despedida —tal vez hasta mañana sólo—,
al fin ella se aparta unos pocos
pasos, alejándose.
Él, inmóvil, la ve partir.
Un gesto, una llamada de teléfono,
ella observa su móvil, cuelga
y se vuelve con una sonrisa amplia
que precede a un nuevo abrazo.
Verde, soledad, claxon,
inevitable arrancar y alejarme
de esa escena que, como un estúpido,
recuerdo ahora al cabo de tantos
años,
esa escena que tanto
y tan absurdamente me dejó huella.
Me pregunto cómo habrá tratado el tiempo
a aquel amor adolescente
testigo último de nuestro
desamparo,
si pasados los años sobrevivió algo
de aquella claridad, de su
envoltura gaseosa.
Me pegunto cómo les habrá tratado el tiempo,
si fueron derrotados por los
fantasmas del tedio,
si fueron tentados por un falso
dorado,
o si, por un casual, continúan unidos
y son felices.
y son felices.
Fernando Pessoa ya lo dijo antes:
“en
todo cuanto miré, quedé en parte”.
abril 19,
2020
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