viernes, septiembre 29, 2006

Sueño febril

Acechan con certeza —tibios y derrumbados—
los días escritos. Acecha aquella mujer
—cópula incansable—
que toma sus armas y elige,
tan largo como fue el descubrimiento.
Aquella mujer que te escala y se vierte,
derramándose siempre entre niños
que ahora son tú. Inmensamente tú
—identidad de laberinto,
apenas repetición de lo no nombrado—.
O tal vez sea nunca. Decías
que era ya para nunca. Decías algo así
como lágrimas buscando unos ojos.
Decías una sucesión de lluvias
enteramente secas. Límites
donde te juro que no hay final.

septiembre 29, 2006

domingo, septiembre 24, 2006

Nevus

Dicen que al final, como la noche,
la música busca refugio en el silencio,
que allí –viento detenido–, de nada sirven
ni el miedo ni las letras. Y te diluyes,
de a poquito, en el nunca-tiempo-cero
dicen que te diluyes de a poquito.
Hay un nombre en esa hora
delante de la vida, un nombre
más allá del poema
que ofrece su sueño por volver.
Quién sabe entonces qué destrucción vendrá.
Esta noche
–melanocitos corriendo por mis venas
siguiendo el camino de Cassidy, la cantante–
he visto mi mano saludando a Dios,
mi mano sucia de tanta vida,
diciendo infinitos que no he visto,
mi mano vacía, triste,
ahora que la noche se evade en tu mirada
como una limosna.

septiembre 24, 2006

sábado, septiembre 16, 2006

Habrá que sabernos de nuevo



Habrá que sabernos de nuevo,
desocultos de toda sombra,
de toda manera de estar.
Sabernos
mutuamente nosotros,
donde siempre estuvimos.
Porque aquí crecen las reliquias
en una noria que empuja nubes misteriosas
e irrepetibles, nubes que crecen y te dicen
y te preguntan, por ejemplo,
si sabrías, por una última vez,
conservar algo de aquella espuma,
si ahora que eres malva
como la ley de tus paisajes
sabrías retener el mar
en su más y más silencio,
en su sólo lluvia o todo,
donde no elijo.
Habrá que saber, y no sé. No sé.

septiembre 16, 2006