Se quedó
mirando por la ventana
dejando
pasar la tarde, dejando
pasar el
tiempo.
Ese tiempo
que, a galope tendido,
inevitablemente,
se acababa.
Se acababa la
vida y sus rutinas,
toda esa
música que acopiaste para nadie
y la carne y
el demonio y la lluvia
y aquellas
huellas junto al precipicio.
Desde la
sepultura de una sombra,
se quedó
mirando artilugios
y otros
murmullos sin sentido:
las
estrellas y el asombro,
la piedra
semipreciosa de imágenes perfectas,
la balanza
de la mezquindad.
También aquellos
escasos momentos
incertidumbres
y pistas que, una tras otra,
me alejaban
de mí.
Palabras,
voces que obedecen
—hasta destruirme—
a un oráculo
que alguien
creyó oír una tarde
mirando por
una ventana
dejando trascurrir
un tiempo
que sabíamos
acabado.
octubre, 2019
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