La contabilidad de los días perdidos
es un asiento duplicado
que amenaza con quebrar la fortuna,
el mundo de habitación, Moleskine,
computadora y lápiz,
esos poemas donde no nos reconocemos,
esos poemas que, en realidad,
nunca dijeron nada que pudiera salvarnos.
Aquí otra vez,
sin nada que perder o que ganar,
consumada nuestra derrota,
nunca más inocentes,
puerta abierta al abismo,
a ese deseo azul cada vez
menos impacientado.
Otra vez aquí, sin nada de entonces,
aprendido el
arte del camuflaje,
lejos de
nuestra casa,
dependiendo otra vez de lo invisible,
de las
vueltas que se van entre nubes
de otros
días resplandecientes,
lejos de los
vendajes
y de las
cicatrices.
abril 29, 2018
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